martes, 31 de agosto de 2010

Al Paredón

Carguen.Apunten. ¡¡fuego¡¡…

Cinco cuerpos más cayeron a tierra atravesados por las balas. Uno de
Ellos pataleó aun espasmódicamente durante el tiempo que tardó el oficial en darle el tiro de gracia.

Los siguientes de la fila fueron arrastrados sin contemplaciones,
Sollozando y gimiendo.

A la izquierda, en el lugar donde se arrojaban a los muertos, los montones iban alcanzando un tamaño considerable, a pesar de que una hora antes unas carretas se habían llevado los cadáveres de los que habían sido ejecutados anteriormente.

Pum. La nueva descarga abatió a otros cinco. Los soldados estaban cada vez mas cansados, llevaban toda la mañana con su labor, el olor a pólvora y sangre inundando todo el lugar. Sin embargo era algo que tenia que hacerse, las cárceles estaban llenas, la comida era escasa, y esos revolucionarios no hacían más que estorbar.

En la fila, los más devotos rezaban fervorosamente, los más cobardes
Lloraban o vomitaban y los más fuertes de espíritu fumaban impasiblemente su último cigarrillo, mirando despreciativamente a sus enemigos.

Esto hacia Rubén Rodríguez, con caladas largas y cadenciosas, como si
En cada una de ellas se le fuera un trozo de vida, lo que en esas
Circunstancias no dejaba de ser la cruda realidad.

Observaba a los soldados en su labor con ojos de experto. Muchos curas
Y terratenientes habían conocidos sus habilidades como miembro del
Pelotón de fusilamiento, antes de que lo capturaran aquella noche, mientras disfrutaba de los favores de la india Juana.

“Puercos federales, ni fusilar saben hacer bien”, dijo, sin dirigirse a nadie en particular, al ver como un pobre desgraciado, alcanzado pero no de muerte, intentaba escapar desesperadamente arrastrándose por el suelo, mientras los soldados(cada vez mas borrachos por el tequila que se tomaban tras cada descarga), no acertaban a rematarle.

Por fin le toco su turno. Lentamente, apartando con despecho el brazo
Del federal que intentaba meterle prisa, se dirigió hacia el paredón con una dignidad que produjo la admiración de amigos y enemigos.

“Los mejicanos puede que no sepamos vivir, pero a morir no nos gana
Nadie”, le dijo al periodista gringo que estaba realizando un
Reportaje sobre la revolución(aunque pasando más tiempo en la taberna y en la casa de putas de doña Merceditas que en el campo de batalla, lleno de polvo, piojos y un calor horroroso…y eso cuando uno sabia donde estaba).

Al ver que los soldados apenas podían mantener el equilibrio lo
Suficiente como para sostener sus fusiles le dijo irritado al teniente “¿es que no puede mantener a sus soldados sobrios aunque sea solo diez cochinos minutos?”, a lo que el teniente, abochornado, solo pudo responder bajando la mirada.

Preparados, apunten, fuego….

Alrededor de Rubén sus cuatros compañeros se deslizaron hacia el suelo, muertos. A el no le rozó ni una bala, al parecer ninguno de los
Soldados había osado dispararle.

Esto le puso aun más furioso. “chinguen a su madre pendejos, es que ni uno solo de ustedes tiene coraje suficiente, huevones”.

Estas palabras encendieron al pelotón, que apuntó de nuevo
,descargando sus armas.
Lamentablemente, se les había agotado la munición.

Enrojecido y con una palabra de disculpa en los labios, en teniente se
Acercó con su revolver para acabar el mismo la tarea. Lamentablemente,
Ese fue el momento escogido por un cartucho de dinamita que pasaba por allí (arrojada por un revolucionario aguafiestas) para estallar detrás
Suya, arrojando sus brazos encima del periodista(sus brazos, porque del
Resto del cuerpo no quedo nada).

Entre el humo y la confusión reinante Rubén se hizo con un fusil y con
Rápidos movimientos acabó con los escasos soldados que quedaban en pie, en un precario equilibrio etílico.

Preparados, apunten, fuego…

Rubén Rodríguez daba las órdenes con precisión, mientras retorcía metódicamente las puntas de su bigote, ni uno solo de los
Condenados necesitaba un tiro de gracia. Eficientes, sus hombres,
Descarga tras descarga, derribaban los grupos de soldados federales con certera letalidad.

Así si, se dijo, así se hacen las cosas, una cosa es morir a manos de
Una panda de inútiles borrachos, y otra de este modo, profesionalmente, desde luego no se podrán quejar.

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