viernes, 13 de agosto de 2010

Falsa Moral

Las gotas del aguacero golpean de nuevo las milenarias almenas del Alcazar. El puente romano ve pasar bajos sus arcos a un Guadalquivir crecido y turbio, observado desde lo alto por el impasible San Rafael.

Mientras el autobús, detenido por el abundante trafico, reanuda su marcha y abandonamos Córdoba, mi mente vuela en esos momentos hacia un día muy parecido a este, lluvioso y melancólico, impregnado de esa belleza que solo puede existir cuando la ciudad donde el cielo llora cuenta con piedras que temblaban ya bajo el calzado romano o las babuchas de Tariq.

Ese día, cuando aun mi mundo era joven y despreocupado (o eso me parece ahora, ya que el recuerdo tiende a hacer del pasado un periodo mejor de lo que en realidad fue), mi abuela me contó una historia, sucedida en su lejana infancia:

Cuando era muy pequeña, vivía junto a unos vecinos con varias hijas, mayores que yo. Estos vecinos eran gente de bien, de los que se hacían hermanos de las cofradías de Semana santa, de misa diaria y traje con corbata. Una de las hijas, una joven de unos 17 o 18 años, empezó a engordar de repente. Con el tiempo dejo de salir a la calle, ya que al parecer se encontraba muy enferma.
Una mañana muy temprano o muy tarde, no recuerdo bien, alguien abandonó la casa con sigilo, dejando una caja en la basura. Pocos días después volvió a reaparecer la pobre chica, ojerosa y pálida, al parecer ya mas recuperada. Todo esto seria normal, si no fuera porque por esa época alguien encontró en el vertedero de Ecija, dentro de una caja, el cadáver de un niño recién nacido".

Esas palabras se me quedaron grabadas, para siempre, como si las hubieran impreso con un hierro ardiente en mi interior, y a veces surgen, como fantasmas de un pasado que no acaba de desaparecer.

Posdata: Lo mas triste de todo este relato es que no es ficción, la historia es real, tal vez un poco adornada, pero cierta en lo básico. Debió suceder, conociendo la edad de mi abuela, en los primeros años 30, en la pequeña ciudad Sevillana de Ecija. El relato (que no es tal) lo escribí hace unos años, cuando estuve trabajando de guía de ruta, en un viaje de Córdoba a la Manga. Ese día debía tener el alma gris, como el cielo que cubría la mezquita.

1 comentario:

  1. Y lo peor de todo, Martín, es que estos sucesos siguen ocurriendo incluso en nuetros días. Y esa "falsa moral" sigue existiendo con total impunidad. Un abrazo

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