martes, 19 de octubre de 2010

Lo que de verdad importa...

Allí abajo, en la oscuridad de la tierra, unas docenas de hombres soñaban con el sol.

Habían pasado semanas, incluso meses. Todo parecía tan lejano…el viento, las nubes, ese cielo infinito que se antojaba imaginario tras tanto tiempo contemplando esa asfixiante cúpula rocosa.

La esperanza, el saber que desde arriba llegaban en su rescate, se mezclaba en sus mentes con la tensión de la espera, el desasosiego permanente de que algo pudiera salir mal, el saberse atrapados, sin salida, solos y en cierto sentido incapaces, ya que nada podían hacer por sus propios medios para lograr su liberación…salvo mantenerse vivos y cuerdos.

Fuera, arriba, en la superficie, en otro mundo, a unos cientos de metros en línea recta, a un universo de distancia para ellos, aguardaba el resto de la humanidad. Y como es inevitable, tratándose de la raza humana, convivían la sincera preocupación con repulsivos intentos de usar el drama en beneficio propio, el trabajo y el esfuerzo de algunos por salvar a los atrapados con el propósito de otros de convertir el rescate en un espectáculo mas…el hombre era al tiempo ángel y demonio, tan capaz de ensuciar todo lo que tocaba como de realizar cualquier hazaña sin esperar nada a cambio…

Y sin embargo, allá en la mina, mas cerca del infierno que del paraíso, el aislamiento, la imposibilidad de hacer otra cosa que soñar, había producido el milagro.

Cuando nada tienes y nada de lo que tienes te sirve realmente de nada, te das cuenta de lo realmente importante. Y no es ese coche grande, ni esa televisión de 40 pulgadas. No, lo que deseas es ver de nuevo esa sonrisa en su cara, el tacto de su mano, el rostro de tus hijos, sentir la brisa en tus mejillas, pisar el suelo y mirar arriba y sentir como tu mirada se pierde sin encontrar el techo, hasta el infinito… Nada de eso se paga con dinero…parece barato, gratuito, y por ello despreciable…solo cuando te faltan te das cuentas de que lo mejor de la vida no se compra en los grandes almacenes, ni en los concesionarios… Al final resulta que no estaba desencaminado aquel filósofo del balón cuando dijo aquello de "Las cosas que tienen valor no tienen precio. Y las cosas que tienen precio no tienen valor".

Esto, el saber que en el fondo nada es demasiado importante, salvo lo que en el corazón mora, es lo que a mi, al menos, me quedara de ese escenario de película (aunque ninguna película pueda lograr ser mas emocionante que la vida real) que durante meses penetró en nuestros hogares desde un pequeño rincón chileno.

Y la próxima vez que sufra por algo que parezca importante (pero no lo sea) se que lo haré un poquito menos…prefiero pensar en cierta sonrisa y en la suavidad de su piel

Posdata: Dude en publicar esto, porque una vez escrito, creo que puede ser considerado oportunista...pero se que al menos no era esa mi intención .Lo que intente es reflejar la sensación que me quedaba en el alma esa noche, cuando pensaba en lo que había sucedido y estaba sucediendo...que lo que deseaba no era una consola en la mano, sino una mano que me consolara...

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