sábado, 10 de septiembre de 2011

Bloqueo


Nunca he sabido quien soy. Seguramente, jamás lo sabré.

No puedo entrar en el cerebro de ninguna otra persona. Ni conocer lo que piensa. En realidad, al final, estoy solo en todo esto. Ese no tener la seguridad de que mis dudas no son solo mías, el miedo a no ser “normal”, siempre me preocupó. Me hubiera gustado poder tranquilizarme con la certeza de que no solo yo sufro por tonterías, que no era el único que no terminaba de aceptarse, de dejar de padecer por si no iba en la buena dirección, de preguntarme por qué, de sentirme solo pero no ser capaz de remediarlo.

Y sin embargo, es imposible. Siempre, por mucho que vea, lea u oiga, quedara una sombra de incertidumbre, que por muy oculta que este seguirá existiendo, oscureciendo cuando menos me lo espere el sendero de mi vida.

Quisiera entenderme, saber que siento, y por qué lo hago. Calibrar mis inhibiciones, levantar la cabeza en lugar de agacharla, sacudirme la timidez, disfrutar cuando el resto lo hace, desterrar los agobios, derrotar a los complejos. Evitar sentirme una marioneta incapaz de dominarse a si mismo, presa de algún fantasma de la infancia.
Esa sensación, la de verme manejado en ocasiones por una especie de autista interior, un otro yo que parece solazarse en la soledad, que casi me corta el habla y restringe mis movimientos, como si pretendiera hacerse invisible a costa de convertirme en un antisocial, es uno de esos retazos del pasado que no termina de marcharse, que no acaba de morir.

Y no puedo dejar de preguntarme si algún día lo hará, si conseguiré que el miedo al ridículo desaparezca, si lograré romper esos muros invisibles pero reales que evitan que yo sea yo cuando hay demasiada gente, que hacen que mi lengua se trabe y parezca más idiota (o aún más idiota), de lo que soy.

Al menos, lucharé.

Aunque el resultado, cuando concluya la batalla, sea el mismo...

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